jueves, 19 de agosto de 2010

Seguridad Personal




Protección de personas, una necesidad vital
Tomado de: www.latinoseguridad.com


Los esquemas de protección personal nunca son iguales. Antes de definir los sistemas de seguridad aplicables a una persona debe diseñársele un perfil de riesgo donde se determinarán los puntos principales:


- ¿A quién se quiere proteger?
- ¿Cuál es la gravedad de la amenaza?
- ¿Ubicación y entorno de la persona a proteger?

Precisamente el diseño comprende la combinación de los componentes del sistema, en una proporción adecuada aplicable en el punto y momento adecuado, dentro de un sinnúmero de variables. Por ejemplo, del tipo de actividad o de negocio que desempeñe, de las labores que efectúe, de la ciudad donde habita, del entorno familiar, de la actividad social, política, religiosa y étnica que cumpla, y si se trata de una persona con imagen pública o privada.

En todos estos factores indispensables a la hora de elaborar un perfil y, por consiguiente del esquema de protección, nunca se debe olvidar el ámbito de amenaza en la que se desenvuelva la persona.

El análisis de riesgos y vulnerabilidades, es un proceso continuo de connotaciones culturales, económicas y humanas, que guardan relación con la aceptabilidad pública del riesgo y el control de las incertidumbres que los grupos sociales acostumbran mediante normas de comportamiento.

Al diseñar un esquema de protección con una objetividad casi perfecta, sin sesgos de vicios y sin considerar el control absoluto de esos riesgos, se necesita tener en cuenta que una persona además de necesidades, ideas y apegos, realiza negocios, tiene una familia, se mueve en actividades sociales de acuerdo con sus afectos, aficiones y sentimientos.

Del mismo modo que tiene una imagen, una intimidad y un prestigio que deben ser protegidos de situaciones peligrosas y comprometedoras.

Por tanto, la protección debe dirigirse a ese universo con el fin de percibir la amenaza, tomar las precauciones y diseñar los esquemas de protección o las acciones de reacción necesarias para atenuar los efectos en caso de sufrir un ataque.

Percibir la amenaza personal significa crear patrones de interpretación a partir de información sensorial. Y la alerta que llegue debe tener la suficiente energía como para hacer notar su efecto o señal de peligro.

¿Qué tan fuerte debe ser la señal para ser captada? Cada circunstancia personal demanda un rango de intensidades donde se detecte la señal indicadora del cambio de sensación por percepción. El umbral absoluto o intensidad mínima para identificar el peligro en trance de convertirse en riesgo, exige una formación y un proceso mental y perceptual que ayuden a interpretar las sensaciones de temor y olfatear la posibilidad de daño.

Es muy fácil identificar las amenazas contra un bien material, que normalmente es fijo y con características de vulnerabilidad tangibles, con riesgos cuantificables, con formas de transmitir la señal de peligro mediante elementos físicos, pero a su vez ese objeto no tiene las facultades de percepción del peligro características de una persona.
El ingenio antes que el costo
En el mercado existen sensores, detectores e instrumentos que ayudan a interpretar las señales físicas a través de los sonidos, los movimientos, las fracturas, los cambios volumétricos o de temperaturas y la luminosidad, pero no existen instrumentos de este mismo orden que ayuden a interpretar las imaginaciones, las sensaciones o las percepciones cuando de personas se trata.

Por lo tanto, un análisis de riesgos diseñado para instalaciones físicas es completamente inadecuado para las personas.

La seguridad de las personas no implica necesariamente un alto costo sino la formación del personal hombre mujer de protección y la aplicación de ingenio para proteger a ese ser humano.

Los delincuentes son sutiles y constantes en la búsqueda de información de sus potenciales víctimas sobre: la manera de acceder a ellas, las medidas de protección que tienen, los niveles de alerta, sus rutinas y actividades y las oportunidades para sorprenderle.

Por naturaleza, una persona además de ser excesivamente vulnerable, asume riesgos, se moviliza -sin saberlo- por entre fanáticos de movimientos colectivos o grupos generadores de violencia; su conducta puede ser rutinaria o impredecible; puede tener hábitos seguros e inseguros; puede tener enemigos actuales y nuevos o puede dejar de ser blanco para los delincuentes.

Los hampones disponen de informantes, practican entrevistas, analizan documentos, ejercitan reconocimientos de áreas, tal y como lo hacen los terroristas que proyectan sus estrategias sobre gran parte de la sociedad, propagando la confusión, el caos y el terror.

En el planeamiento de las actividades, tanto extremistas como terroristas buscan la reafirmación de su poder, la desestabilización institucional, trabajan en la clandestinidad, cultivan la impredecibilidad con el fin de sorprender y dividir a las posibles víctimas.

Una persona puede desenvolverse en diferentes entornos y cada uno de ellos atraer amenazas diferentes. ¿Cómo podría la protección advertir oportunamente el peligro o determinar la probabilidad de un “riesgo país” o la posibilidad de la amenaza psicosocial de la agresividad? ¿Cómo podría advertir sobre una operación de acecho sin constreñirle la privacidad de un histérico? ¿Se limitaría a proteger física o instrumentalmente, o a prevenir limitando el proyecto de vida de su protegido mutilándole su libertad de movilización, de relación o de afectos?


Componentes de la seguridad

Las personas no quieren solo la seguridad de sus rutinas. El esquema de protección personal exige algo más que la defensa de los sitios, la seguridad en profundidad, la protección de los movimientos o el conductor de seguridad.

Es indispensable también la participación del protegido, de sus allegados, disponer de un ambiente apropiado con medidas de protección física. Necesita, además del software, del control de los círculos de protección, de las bases de datos, de los usos de rutas u horarios o de los escoltas inmediatos, cercanos o de cubrimiento general, de la cultura de seguridad.

También tener en cuenta el confort, la paz, y la tranquilidad que solo las puede proporcionar un alto grado de sensibilidad, un afinado hábito perceptivo, la práctica del ensueño o la relación con los seres inorgánicos.

Dejar de depender de la manipulación de instrumentos físicos para recibir señales de peligro, requiere usos, costumbres, una cultura intuitiva y de orden muy especiales. Demanda un espíritu que en medio de la violencia, de la flexibilidad y de la comodidad, facilite recibir los indicios de amenaza; una especie de “Feng Shui” en el ordenamiento de las posesiones y la organización de escenarios mentales.

Además, disponer de personal de seguridad con una formación especial, inducido y entrenado, que facilite disfrutar la vida con cierto recato, aún en circunstancias extremas. Este tipo de protegidos no se puede dar el lujo de tener pensamientos negativos.

Usualmente no es recomendable un dispositivo de seguridad demasiado evidente pues éste puede atraer el peligro. En la seguridad de personas, habrá ocasiones en donde sea necesario cambiar de hábitos, de lugar, modificar el entorno familiar y hasta la identidad. Un buen programa para advertir e informar de riesgos requiere de monitoreo, comunicaciones, sistema de alerta y advertencia, estudio de rutas, puntos críticos, santuarios y nichos.

La protección debe acomodarse a los ritmos de vida, actividades y costumbres durante las 24 horas del día y los 365 días del año. La forma de protección tiene que ajustarse a las diferentes circunstancias:


- Desplazamiento en vehículos o a pie.

- Permanencia en:

Reuniones sociales.

El hogar, la oficina, el colegio de los hijos.

Época de vacaciones, permanencia en clínica u hospitales.


Durante el cumplimiento de los esquemas de protección pueden presentarse muchos problemas. Por ejemplo los naturales cambios de ánimo o en determinadas actividades, hacen que en ocasiones el protegido no acepte de buen agrado la compañía y vigilancia del personal de protección. Valora más su intimidad que su seguridad, o confunde la previsión con la paranoia.

Esto dificulta el diseño del sistema de protección que debe ser adecuado a las circunstancias particulares de cada individuo y sus conductas, al igual que su cultura de seguridad y su capacidad de autoprotección. La protección personal no puede basarse en las estadísticas, ni en los paradigmas.

No toda la protección requiere escolta. No toda protección debe aislar al protegido como es el caso de los artistas o de los políticos. Hay enemigos invisibles y silenciosos que merodean a nuestro alrededor de manera secreta, difíciles de detectar.

La relación entre el protegido y el escolta es una relación personal que puede ser conflictiva, agradable o desagradable ya que comparten tiempo y un objetivo en común, que es la protección. Debe existir empatía para armonizar los roles protegido-protector sin que ello signifique una relación de servidumbre o de apariencia social, sino una sinergia que mejore la alerta.


Primero la previsión antes que prevención

En el fomento de la cultura de seguridad la previsión juega un papel importante: en función de los indicios percibidos y la experiencia, anticipar y adoptar medidas ante la posible ocurrencia de un hecho indeseable. ¿Se ha concientizado a todo el personal directivo, de base y contratistas?, ¿Se han desarrollado planes de interrelación con las autoridades y vecinos?, Se han organizado sistemas de búsqueda de información actualizados de los modus-operandi delincuenciales? Se han analizado las experiencias indeseables o establecido procedimientos preventivos, de protección y de preservación?

El servicio de contra-vigilancia discretamente detecta a los acechadores que buscan definir víctimas, identificar vulnerabilidades, penetrar esquemas de protección, probar la capacidad de reacción o confirmar rutinas de horario, vehículo, acompañamiento o de ruta.

Todo incidente, cuasi-incidente, acto sospechoso o inquietud, deberá investigarse y analizarse con un juicio lógico y valorativo. Es aconsejable indagar constantemente sobre conductas y vínculos de aspirantes a trabajo, empleados, amistades y el vecindario.

Especial motivo de análisis deben ser los “atractores” o elementos que llaman la atención, que puedan convocar el ansia de los antisociales o la aproximación de situaciones incidentales:
“El enemigo que tiene problemas internos
está maduro para ser conquistado”.
Sun Zi

Así como las imágenes tienden a despertar ciertos sentimientos, inversamente un sentimiento tiende a suscitar en nosotros imágenes armónicas con ese sentimiento. Actuar con integridad, despierta confianza, así como las opiniones engreídas confunden en vez de tranquilizar.

Recordemos que el temor, no es más que un “estúpido estado de ignorancia acerca de algo , y una ciega aceptación de esa ignorancia, reemplaza la razón”.

La ostentación, la agresividad, el temor, el odio, el amor, la seducción, son unos de los “atractores” más comunes que pueden determinar la elección de imágenes. Los “distractores” como, la falsa o aparente seguridad, los procesos de control innecesarios, o incidentes casi inadvertidos, requieren de cuidado y de control.

Un buen esquema de protección debe tener en cuenta todos los aspectos anteriores y considerar el grado de entrenamiento y formación para percibir la amenaza inimaginable, olfatear el peligro y la capacidad para alejarse lo más rápido del punto y momento donde no debe estar ubicado como víctima: también hay atentados invisibles o al menos silenciosos antes de tronar.

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La sensación de inseguridad




Fuente: semanaprofesional.com


El tema de la inseguridad ocupa en estos días un lugar muy importante en los medios. Se suelen relatar con todo detalle los hechos delictuosos, se reiteran las noticias hasta la saturación; y la repetición de los delitos se relaciona, sin proponer soluciones concretas, con fallas recientes o pasadas de las administraciones de turno, se descreen, de un bando y de otro, las estadísticas oficiales y privadas.

Digamos para simplificar que hay dos bandos: los que creen que el delito en nuestra sociedad está creciendo en forma incontrolada y los que insisten en que la sociedad tiene una “sensación de inseguridad” y que la seguridad se mantiene, en el peor de los casos, dentro de los límites históricos. 

Nuestro objetivo no es dilucidar donde está la verdad, puesto que no tenemos los medios para hacerlo. Lo que queremos ver aquí es cuáles son las consecuencias de la “sensación de inseguridad” y destacar los efectos que genera.

Hay que prestar atención a esta “sensación de inseguridad” o miedo porque las sensaciones o emociones, son adaptativas, preparan para la acción. Son, además, funcionales pues alertan, en el caso del miedo, sobre la desproporción que existe entre la magnitud de la amenaza que creemos que nos asecha y los recursos con que contamos para hacerle frente.

Cuando sentimos que la amenaza a nuestra seguridad es constante los niveles de ansiedad se elevan. Existe una ansiedad que es normal y otra que es patológica para el individuo y para el sistema. La ansiedad normal es necesaria para permitirnos llevar a cabo las acciones de la vida cotidiana. 

De no existir nuestra vida correría peligro.

Cuando la ansiedad se vuelve muy elevada, se convierte en patológica. Empiezan a aparecer síntomas como la taquicardia, falta de aire, mareos, todas señales que por lo general van acompañadas de pensamientos catastróficos. En estas condiciones, llevar una vida normal de trabajo, de relación, de esparcimiento se hace difícil y problemático.

Como paliativo a la sensación de inseguridad se toman cada vez más recaudos, casi en forma obsesiva.

 Quienes pueden se mudan a barrios cerrados, instalan sistemas automáticos de vigilancia, blindan sus automóviles, blindan las puertas de sus viviendas, colocan alarmas… Sin embargo, ninguna de estas acciones logra devolver la tranquilidad, pues el mundo parece cada vez más peligroso y temible.

 Se instrumentan nuevas medidas defensivas que finalmente seguirán propagando y profundizando el miedo.El ciudadano se siente indefenso, el Estado parece impotente ante la ola de violencias, robos, asesinatos, secuestros… parece no saber dar respuesta a las necesidades de la comunidad. 

La solidaridad social deja de existir, los individuos se aíslan aún dentro de su comunidad restringida, que hasta el momento había sido percibida como su única fuente de seguridad y sostén.Más grave aun es cuando las personas y sus familias se ven afectadas directamente por la violencia en sus diferentes formas, desde el arrebato de la cartera a una mujer hasta las más traumáticas, como el asesinato de un familiar o el secuestro o ser tomado como rehén.

 Las consecuencias pueden ser devastadoras. Se pueden desarrollar síntomas como la dificultad para conciliar el sueño, la hipervigilancia, la dificultad para concentrarse. Se pueden producir respuestas exageradas de sobresalto, irritabilidad, malestar psicológico intenso, miedo psicológico intenso. En algunos casos las personas sometidas a este tipo de violencia pueden desarrollar un trastorno por estrés post traumático. 

Los síntomas hacen que la vida de estas personas se deteriore notablemente.¿Qué hacer frente a esta realidad que se nos impone y que lejos de solucionarse crece de forma desproporcionada?En los casos más graves, quienes han sido víctima de violencia, robo, violación etc. y que como consecuencia tienen los síntomas de los que hablamos antes tienen que hacer una consulta con un terapeuta especializado.

Es conveniente tomar conciencia de que algunos de estos incidentes pueden ocurrir en nuestra realidad. Esto ayuda a que disminuya el factor sorpresa y la posibilidad de trauma. Hay que tomar también conciencia e incorporar la idea de que los riesgos pueden reducirse pero nunca pueden ser eliminados totalmente. En la mayoría de los casos después de haber sufrido una violencia se adquiere la sensación de que algo puede y debe hacerse.

 Esto ayuda a disminuir la sensación de impotencia.Además hay que tener presente que ocuparse en lugar de preocuparse es una de las formas de bajar la ansiedad. 

La colaboración con los vecinos, la integración a la comunidad, la participación como ciudadano para resolver los problemas compartidos nos hace sentir que formamos parte de un todo más amplio y más fuerte, un todo más apto para enfrentar los desafíos de la inseguridad. En este caso sentiremos que el todo es más que la suma de las partes, que los peligros que nos asechan han tomado una dimensión menor, más controlable.

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