viernes, 25 de enero de 2013

Autoprotecciòn





La autoprotección, una asignatura pendiente


Autor:  Carlos Rossi
Fuente:  www.belt.es

La vida en los edificios de propiedad horizontal transcurre en la indiferencia vecinal y rara vez se incluye en las asambleas y reuniones de consorcio el debate de cómo actuar ante las emergencias

La autoprotección es aprender a protegernos a nosotros mismos, tener presente que para ayudar a los demás es fundamental primero saber ayudarnos. Así como el municipio es el pilar fundamental de la defensa civil, la familia es la célula básica de la protección organizada.
Pero la autoprotección no se agota en la mera voluntad de ayudar o ayudarnos, sino que debe hacerse a través de mecanismos y herramientas preestablecidos universalmente. De allí que se considere a la protección civil una disciplina que trasciende fronteras
.
El desarrollo de un incendio o de un movimiento sísmico es muy similar en cualquier parte del mundo. La diferencia está en el nivel de conocimiento que tenga la sociedad para actuar ante ellos.

Gente en peligro

El mundo actual se caracteriza por un gran cúmulo de desastres, tanto naturales como artificiales, y a diario vemos cómo cientos de personas mueren o pierden sus pertenencias por efecto de estas circunstancias.

La Argentina no está al margen de este panorama y se encuentra sujeta a sufrir todo tipo de emergencias.

El progreso tecnológico, si bien trae aparejado mejores condiciones de vida, implica también una serie de nuevos riesgos de accidentes que merecen una atención permanente de las autoridades oficiales y de la comunidad toda.

La gran concentración urbana en las principales ciudades, los edificios de propiedad horizontal, los sistemas masivos de transporte, el notable incremento en el tránsito vehicular, la existencia de aeropuertos internacionales, el funcionamiento de grandes fábricas, el transporte y almacenamiento de sustancias peligrosas, las usinas nucleares, los espectáculos con gran afluencia de público, se han venido a sumar a todos los riesgos naturales, como las inundaciones, tornados, terremotos, aluviones, etcétera.

¿Cómo protegernos?

Ante esta realidad, surgen varias preguntas. ¿Sabemos qué hacer y qué no hacer ante la ocurrencia de algún desastre? ¿Tenemos elaborados y ejercitados planes de evacuación en nuestros edificios, viviendas, escuelas o lugares de trabajo? ¿Contamos con los elementos básicos para hacer frente a contingencias muy frecuentes, como un matafuego, un sensor de calor o alarmas que indiquen la necesidad de evacuar con urgencia el lugar? ¿Están nuestras fuerzas de rescate equipadas para atender un siniestro en edificios construidos uno al lado de otro y con alturas que superan los 15, 20 ó 30 pisos?

La experiencia en cada una de mis conferencias me indica que no.

Tengo por costumbre comenzar sugiriendo un autoexamen a los asistentes y el resultado es preocupante. Suelo preguntar: si lo sorprende un incendio en el sexto piso de un edificio de 10, ¿qué hace? ¿Baja, sube o se queda en el lugar?

La mayoría contesta que el lugar más seguro es la azotea o terraza del edificio. No saben que ese es el lugar menos adecuado, por cuanto las tareas de rescate serán mucho más complicadas y, además, al juntarse tantas personas, se propaga entre ellas el peor enemigo de quienes son víctimas de un desastre: el pánico, que paraliza, enceguece y hace actuar sin la lucidez que exigen las circunstancias.

Es frecuente ver individuos que se arrojan al vacío al creer que no tienen otra escapatoria, cuando en realidad el fuego ya había sido controlado y sólo quedaban vestigios de humo producidos por la ceniza.

Consejos útiles

No debiera haber ningún edificio de propiedad horizontal sin un plan de evacuación. Y me adelanto a decir que no alcanza un papel indicativo pegado en algunas paredes. El plan debe ser conocido, practicado y evaluado por todos sus integrantes con asesoramiento técnico, para que resulte de utilidad.

En Israel, los edificios deben estar separados unos de otros por lo menos por cinco metros y su altura raramente supera los 10 pisos. La autorización más difícil que debe obtener el constructor es la de Bomberos, pues a partir del piso 10° se exigen muchas medidas de seguridad que torna antieconómico excederse de esa altura.

Siempre sostengo que las familias que viven en los pisos más altos están en una situación más comprometida.

La vida dentro de los edificios de propiedad horizontal transcurre en la indiferencia vecinal y rara vez se incluye en las asambleas y reuniones de consorcio el debate de cómo actuar ante las emergencias.

El tema de la autoprotección debe ser incorporado a nuestras vidas como algo esencial.
Debemos hablarlo en familia y capacitarnos para actuar de forma coordinada. Evaluar los puntos críticos de nuestra casa, edificio, escuela o lugar de trabajo, para contar, ante la emergencia, con una adecuada respuesta.

Debemos conocer técnicas de primeros auxilios para saber practicar maniobras de respiración artificial y masaje cardíaco. Debemos conocer los riesgos de un accidente químico o nuclear y cómo actuar ante ellos.

El actual mundo tecnológico nos depara confort y progreso, pero a la vez nos obliga a estar mejor preparados para atender los riegos consecuentes. Lo que está en juego es nuestro mayor capital: la familia.

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