Reapareció con fuerza tras un largo tiempo de inactividad.
Incrementó las cartas extorsivas a supermercados en los últimos meses:
puede recaudar entre 50 y 100 mil pesos mensuales de cada comerciante.
La nueva mano de obra violenta, las reglas no escritas y un sangriento
asesinato en Floresta
Los hechos recientes que involucraron a supermercados de la
comunidad china parecían al principio fortuitos, inconexos entre sí.
Nadie supo explicar, por ejemplo, de qué se trató el ataque a comienzos
del mes pasado en un comercio de la calle
Sánchez de Bustamante, a cinco cuadras del shopping Alto Palermo,
donde un hombre entró armado al lugar para no robar nada. Una empleada
de nacionalidad boliviana sentada en la verdulería recibió un tiro en
una pierna; el pistolero fue descripto como un hombre de poco más de 20
años, de tez clara y gorra con visera, de acuerdo a información
policial. Entró, la vio, le dijo unas pocas palabras que la mujer no
entendió, gatilló y se fue.
Llegó con cierta sincronía: hasta pocos días
antes, el local había tenido custodia de la Policía, ordenada por un
juez. Sus dueños habían denunciado que otros connacionales los
amenazaron, pidiéndoles plata a cambio de protección.
En Floresta,
Lin Zhi,
un chino indocumentado de 30 años, tuvo mucha menos suerte. Era el
empleado de un supermercado que estaba por abrir en la calle Ensenada al
400: había instalado reflectores sobre la vereda y pintado el frente de
gris. La mercadería ya estaba ingresada. Todavía no había un cartel en
la puerta. A comienzos del mes, otro chino le había exigido a Zhi una
gran cantidad de dinero para brindarle protección a su familia. Pero el
empleado no hizo ninguna denuncia; otro chino retiró la plata del lugar
el 22 de agosto. Pago o no, Zhi fue hallado por personal de la Comisaría
No. 40 con la cabeza apoyada sobre el cordón; del agujero de bala de su
cabeza brotaba abundante sangre. El SAME no tardó en pronunciarlo
muerto.
El
hecho ya está en manos de la Justicia. Tras una instrucción inicial en
la fiscalía del doctor Carlos Donoso Castex, llegó a un juzgado de
instrucción porteño. La primera información del caso indicó que
el retiro de dinero del 22 de agosto fue efectivamente filmado por cámaras de seguridad.
Un CPU fue secuestrado y se hicieron pericias en el lugar a cargo de la
Unidad Criminalística de la Policía Federal Argentina (PFA). Una cámara
domo correspondiente al Centro de Monitoreo M8 también esperaba ser
peritada, con esperanzas de encontrar imágenes de la muerte de Zhi.
Su familia optó por el silencio. Dos semanas después de su muerte, se comenzó a retirar mercadería del lugar sin decir demasiado. Una voz policial asegura:
"Esto pasó porque abría el supermercado cerca de otro que ya le colaboraba a la mafia", algo que sorprende de cara al presunto pago. De esta forma, los comerciantes chinos vecinos se convierten en sospechosos.
Desde junio se registró en territorio porteño un aumento sostenido de cartas extorsivas
Sin embargo, estos dos crímenes son la punta de un iceberg mucho mayor. Fuentes judiciales indican a
Infobae que
desde junio se registró en territorio porteño un aumento sostenido de
cartas extorsivas dirigidas a supermercadistas. La mafia china,
efectivamente, hizo su regreso a la escena.
Los mensajes son
casi todos similares, en el clásico formato de la mafia china: hojas
tamaño A4 con grandes ideogramas, diez líneas de texto y números que
indican cifras. "5" y "3" significa cincuenta mil dólares, el monto que
cuesta la protección en promedio. Debajo, un celular para contactar.
Pueden estar escritas en chino mandarín o en fujianés,
el dialecto de la provincia de Fujián, de donde proviene el 80 por ciento de los chinos residentes en el país,
según cálculos en la comunidad. Fuentes de la Policía Federal hablan de
otro esquema de precios. De acuerdo a testimonios e investigaciones
propias, un supermercadista puede pagar de 50 a 100 mil pesos mensuales
por protección.
Chino ya no mata a chino
No pagar trae complicaciones imaginables. La semana pasada,
dos hombres balearon la línea de cajas de un supermercado en Mataderos
cuatro días después de la llegada de una de estas cartas. Otro
supermercado a pocas cuadras, sobre la misma calle, había recibido un
mensaje similar. No se trata solo de territorio porteño: el calor sube
también en Rosario. El diario
La Capital detalló más de 20 casos investigados por la
Fiscalía de Imputados no Individualizados a cargo de los doctores Verónica Caini y Marcelo Vienna, mensajes en mandarín pegados en las rejas de comercios.
Los peruanos aparecen mencionados como gatilleros o amedrentadores en la nueva temporada de delitos
Por otra parte, chino ya no mata a chino. Los atacantes de Mataderos fueron descriptos como de
"rasgos peruanos" por
testigos. No es un caso aislado; los peruanos suelen aparecer
mencionados como gatilleros o amedrentadores en la nueva temporada de
delitos. Hay fuentes en la comunidad que arriesgan que incluso habría
"bolseros" de sicarios, hombres ligados a las mafias con una agenda de
matones a sueldo. Y el método epistolar es un clásico, el eco de la
primera era de las "tríadas" en el país, las organizaciones extorsivas
que tienen correlatos en la China continental y que actuaron con fuerza
en el país entre 2005 y 2009.
¿Por qué este resurgimiento de la mafia, entonces? Un investigador asegura: "No es que la mafia china se fue.
Los problemas comienzan cuando la gente no quiere transar".
Otras fuentes que conocen de cerca el problema hablan de dos aspectos
clave. El primero es un devenir social predecible: las viejas
estructuras mafiosas reaparecen para controlar a una nueva generación de
chinos naturalizados en el país, que no están habituados a las
históricas reglas. El segundo es más inquietante: que una tríada estaría
cobrando fuerza a costa de las otras. Para la Policía Federal, hay más
de un grupo en acción.
Con
más de diez mil supermercados chinos en todo el país, en una realidad tan cotidiana como desconocida para
cientos de miles de argentinos, cuya máxima interacción es un saludo
casual al cajero, el problema se vuelve más complejo. Para entenderlo,
hay que hablar en chino, o pensar en chino propiamente.
Las reglas no escritas
Lo
que pasa entre chinos, con frecuencia, queda entre chinos. Para los
miembros de la Justicia y la Policía Federal que investigan estos
hechos, el trabajo suele ser frustrante: los supermercadistas no
colaboran.
Una voz de peso comenta:
"No suelen denunciar. El
problema ocurre cuando hay un cadáver o un balazo en una pierna, o un
ataque a tiros. Con la Policía ahí, cuando llega el patrulero, reconocen
los aprietes. Pero cuando van a declarar a Tribunales, dicen mucho
menos". Hay una realidad que es cotidiana, por otra parte, una cuestión
de proximidad. "El mafioso, el miembro de la tríada, es el primo, el
conocido, el que le hizo los trámites y lo ayudó para entrar al país. Es
más complejo que una simple amenaza", dice una fuente tribunalicia
experimentada. Estos problemas llegan rara vez a FESACH, la Federación
que aglutina a supermercadistas chinos, que incluso llegó a plantear
denuncias informales en la Embajada china en años anteriores.
La
Policía local tiene intercambios con sus pares orientales. Viajaron 50
miembros de las cuatro fuerzas de seguridad y hay un alto oficial
jerárquico oriundo de Beijing apostado en el país junto a una presencia
de efectivos permanente. Hay oficiales locales que conocen el idioma,
pero la naturaleza misma de China con sus múltiples dialectos supone una
barrera. Los intérpretes civiles locales llegaron en su momento a
negarse a colaborar y se sospecha que fueron amenazados o cooptados.
Los
abogados defensores fácilmente pueden ver sus nombres al tener acceso
al expediente.
Investigadores tuvieron que oír respuestas como "no
dice nada" o "habla de la familia" ante largas escuchas mafiosas en
dialecto. En la comunidad todavía resuena un caso de un traductor que tuvo que volverse a China tras ser amedrentado.
Hay tabúes colectivos. Por ejemplo,
las etnias y las geografías de Oriente no se cruzan.
Un taiwanés nunca iría a un prostíbulo regenteado por fujianeses: el
asunto terminaría con sangre en la vereda. Y un chino oriundo de una
determinada ciudad jamás atacaría a otro de su misma ciudad, lo que
equivaldría a cierta traición.
Hay, por otra parte, respetos básicos, cánones. Una ley tácita en la comunidad establece que,
si un supermercadista se instala en una zona, deberá pagarle un monto al comercio chino más cercano, una suerte de indemnización.
Que sea oriundo de la misma ciudad refuerza el vínculo. No pagarlo, tal
como con la mafia, es garantía de rencores; un rencor es una posible
vendetta.
Un caso particular
En el seno de la
comunidad china hablan de crímenes que no solamente implican una
estructura de tríadas tradicional. Deudas de juego o préstamos usureros
impagos que devienen en violencia son un rumor corriente. Se escuchan
versiones más inquietantes. Por ejemplo, no hay registros recientes de
secuestros extorsivos entre chinos que hayan motivado una causa en
Comodoro Py -el secuestro extorsivo es un delito federal- o una
subsecuente escucha telefónica. Sin embargo, una voz de peso comenta:
"Ocurren muy rara vez, pero no se denuncian y se resuelven rápido.
Usualmente son motivados por deudas".
Este un razonamiento
básico: una ley paralela engendra particulares que toman los asuntos en
sus manos. La balacera del ex Gran Supermercado Anahí en la calle Pasco
en Balvanera, ocurrida a fines de mayo último, parecería obedecer esta
regla, en un hecho al menos confuso.
Dos
sicarios con casco puesto –uno de ellos funcionó como "campana"-
descendieron de una moto para balear al hombre a cargo del lugar, que
explotaba el fondo de comercio. Un tiro en el abdomen y otro en el
cuello le valieron un traslado exprés al Hospital Ramos Mejía y una
investigación de la Comisaría No. 18, que luego cayó en manos de una
fiscalía de instrucción porteña. Los testimonios fueron escuetos,
tímidos. Sin embargo, se supo que dos personas "de rasgos
latinoamericanos" amedrentaron al hombre baleado poco antes del ataque,
lo que motivó una consigna policial en el supermercado.
El hombre baleado, contra todo pronóstico, sobrevivió, aunque no colaboró mucho con la Justicia.
Decidió refugiarse en otro supermercado chino, en algún punto de la
provincia de Buenos Aires. El titular del fondo de comercio, por su
parte, se exilió en China. La versión de un ataque sicario no le pareció
creíble a los primeros policías que tomaron el caso: el video
recolectado de las cámaras de seguridad, confían fuentes, parece un
intento fallido de robo con dos disparos apresurados.
El titular del
fondo de comercio, por otra parte, parecía un sospechoso obvio, pero un
detalle llamativo lo corre del centro de atención: el contrato entre
ambos chinos vencía poco después de ocurrido el ataque. Sin embargo,
queda un cabo suelto: ¿quién envió a los matones a amedrentar?
Hoy,
el supermercado Anahí cambió de nombre y fue ampliamente remozado. La
custodia policial permanece. La causa, para la Justicia, sigue abierta.